Desde tiempos prehistóricos, las danzas formaron parte de la vida de los grupos humanos. Si bien en las sociedades occidentales la danza tiene un sentido artístico, estético o placentero, en el pasado prehispánico, así como en los pueblos originarios que hoy conservan las tradiciones de sus antepasados, la danza tiene un fin práctico vinculado por un lado a la vida cotidiana y la subsistencia y, por otro, al mundo de las creencias compartidas que pasan entonces a ser también hechos sociales comunitarios.