En este taller la danza nos llevó a descubrir el ritmo y el pulso de la Vida en nuestro cuerpo. Y, desde ese “espacio” único y auténtico: danzamos, encontrando “lugares comunes” en donde compartir y reflejar aquello que de verdad somos… en Presencia plena!.
Diferenciamos dos momentos o partes:
PARTE I. El primer sonido…
La primera meta es escuchar nuestro corazón desde el silencio y la quietud de nuestro cuerpo… ese latido por mucho tiempo se acompasó con el corazón de nuestra madre. La propuesta: el recuerdo de nuestra existencia esencial, el rescate de aquella vida apacible y leve de los primeros días que parece flotar en la memoria. Hacer silencio, escuchar muy adentro de nuestro cuerpo, recordar el primer sonido… el pulso de la propia vida.
De a poco, ese latido va penetrando en nuestro cuerpo para transformarse en movimiento… cómo es? Cómo lo sentimos? Cómo se expresa? … Vamos captando esa expresión, ese pasaje del sonido-latido al movimiento… ese es el propio pulso! Aquel que nos acompaña desde siempre y que, según el día y el momento se expresa y se expande de un modo diferente, creativo!… Nos movernos hoy siguiendo ese pulso y transformamos el movimiento en danza!
PARTE II. El primer movimiento…
…Al final del primer trimestre de gestación comienzan los primeros movimientos del bebe en el útero. Esto ocurre en un pequeño y protegido paraíso, en un mundo de agua que facilita los movimientos, volviéndolos muy leves y sostenidos. Esta sensación de flotar en un espacio seguro también está guardada en la memoria de nuestras células… movimientos suaves que siguen el ritmo de la vida. Al atravesar el canal de parto y continuar nuestra existencia fuera del útero, muy probablemente “olvidamos” esos movimientos tan armónicos y ese sonido potente de la vida que late, abriendo y cerrando! Pero el olvido estimula el recuerdo.
Entonces, exploramos el propio movimiento! disfrutándolo…asombrándonos de la maravilla del cuerpo que habitamos y sus infinitas posibilidades de expresión!…al mismo tiempo, re-conociendo el espacio, propio y el de los otros… entrando en esos “lugares compartidos” para percibir de a poco el ritmo de otros seres que habitan la Tierra, confiriéndole un ritmo particular..
Tal vez nuestro pulso nos recuerde a aquel primer sonido que “escuchamos” o percibimos antes de llegar a este mundo. Ese sonido tan particular y profundo que iba acompañado por el suave movimiento que nos acunaba como una ola cuando llega a la orilla, una vez liberada su fuerza original. Y es nuestro cuerpo el que guarda ese recuerdo en su memoria y allí podemos buscar para re-encontrarlo y retomar su ritmo ancestral: el pulso de la Vida!
El pulso y el ritmo de los seres que habitamos la Tierra confieren a nuestro planeta un “movimiento” particular, un ritmo único que resulta de la suma de muchos… tan diferentes! … El desafío es movernos siguiendo el ritmo y el pulso de la Vida que fluye en nosotros, en sintonía con la Tierra que habitamos. La propuesta: danzar esta sinfonía que necesita ser ejecutada para cobrar existencia y presencia!
GRACIAS a quienes fueron parte!