EL SONIDO COMO EXPERIENCIA SANADORA
Hablar del sonido es remontarse al origen del Universo, a los comienzos de la vida. El Big Bang -“gran estallido”- es el momento en el cual de la nada emerge la materia, es decir, el origen de todo lo que existe. Una partícula infinitamente pequeña explota, expandiéndose en todas las direcciones y las partículas que se desprenden se alejan muy rápidamente unas de otras.
Muchos científicos sostienen que no se trató de una gran explosión como se pensó durante mucho tiempo, sino de una muy pequeña, ya que la materia era extremadamente pequeña. Tal vez un sonido sutil se expandió por el espacio y hoy aún nos llega e impacta a cada célula del cuerpo. Todo es vibración según Paymal (2010): cada impulso inicia una corriente de vibración denominado sonido y se desenvuelve dentro de una escala de octavas. Los cuerpos, los planetas y los seres vivos emiten vibraciones. El cuerpo físico o planetario vibra con las siete notas de la escala musical y es posible elevar la tasa de vibraciones para pasarla a una octava musical superior (Meyer et al. 2003; Paymal 2010).
El Universo es sonido y movimiento, los planetas giran en el espacio creando una “sinfonía cósmica”, tal como la denomina Harris (2000 en Meyer et al. 2003). En la Tierra no hay vida sin movimiento, nuestro cuerpo late constantemente con un ritmo que le es propio y que el corazón expresa, cada organismo vibra, cada molécula y cada átomo, cuyos electrones giran sin cesar, producen un sonido singular. El poder sanador del sonido fue estudiado por varios investigadores (Gardner 1990; Andrews 1992; Pearsall 1998; Sales 2000; Gerber, 2001; Meyer et al. 2003, entre otros). Como una canción de cuna penetra my suavemente cuidando y sanando a cada una de esas células o como un estallido las despierta de un sueño profundo.